La vida de Buda

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La vida de Buda

El nacimiento del Buda

La madre de Buda fue Mahamaya, esposa del rey Suddhodana, el lider del clan Sakya. Al concebir, la reina Mahamaya soñó que un espléndido elefante descendía desde el cielo y penetraba en su cuerpo (parte superior del tangka).

Siguiendo la costumbre, la reina estaba de camino a la casa de sus padres para dar a luz, cuando el grupo paró a descansar en el jardín de Lumbini. Fue allí donde dio a luz, de pie y agarrándose a la rama de un árbol «sala» que le sirvió de apoyo.

El Buda enseguida pudo andar y dio varios pasos hacia cada una de las cuatro direcciones, indicando así que sus enseñanzas se extenderían en todas las direcciones. Donde sus pies tocaron la tierra brotaron flores de loto (parte inferior izquierda del tanka). Al niño lo llamaron Siddhartha, lo cual significa «cumplimiento de los deseos».

Su vida como príncipe

El principe Siddhartha fue educado junto con los niños de las demás familias nobles. Destacó en todos sus estudios, incluyendo lenguas y matemáticas. En las competiciones de fuerza y habilidades brilló por encima de sus compañeros en el tiro al arco y otros deportes (parte inferior del tanka).

Era alto, fuerte y apuesto, y todo el mundo le apreciaba por sus buenos modales y amabilidad. El rey ofreció a su hijo Siddhartha todos los lujos de la realeza, para que su hijo pudiera estar satisfecho con la vida mundana y así seguir el camino de su padre.

Hizo construir tres palacios para él, uno para cada estación del año, y estaba rodeado de bellísimos jardines y parques, música y atractivos acompañantes.

Renuncia y pruebas ascéticas

Al ver el sufrimiento de los seres, Siddhartha fue desencantándose con los placeres y lujos, y decidió buscar la raíz de todo sufrimiento. Una noche, con veintinueve años, abandonó secretamente el palacio. Como señal de renuncia se cortó el pelo y regaló sus ropas reales.

Primero estudió las enseñanzas de dos grandes maestros espirituales, llegando a dominarlas. Luego, durante seis años Siddhartha se dedicó a duras prácticas ascéticas junto con otros cinco ascetas. Sin embargo, encontró que nada de esto llevaba a la verdadera cesación del sufrimiento.

Abandonando estos extremos, Siddhartha se dirigió hacia Vajrasana. En el camino se encontró a Sujata, la hija de un rico terrateniente, que le ofreció un plato de crema con miel (parte inferior izquierda del tanka). También se encontró con un segador de hierba que le ofreció un puñado de hierba «kusha» para usarla como asiento (parte inferior derecha del tanka).

Victoria sobre huestes de Mara

Siddhartha se sentó bajo un árbol «pepul» a meditar. Al atardecer fue confrontado por Mara, señor del deseo, quien vino a poner a prueba su determinación de iluminarse. Como respuesta, Siddhartha tocó la tierra, llamando a la Madre Tierra (en el centro, frente al Buda) como testigo de sus muchas vidas acumulando mérito y sabiduría.

Mara reunió a todas sus fuerzas diabólicas en un intento desesperado de impedir que Siddhartha alcanzara la iluminación. Su terrorífico ejército lanzó un ataque con todas clases de armas; sin embargo, Siddhartha permaneció inmóvil en su contemplación de la bondad amorosa y las armas cayeron a su alrededor como una lluvia de flores.

Luego Mara envió a sus hijas para intentar seducir a Siddhartha (parte inferior derecha del tanka). Se valieron de todo tipo de artimañas femeninas —bailes, cantos y coquetería—, pero Siddhartha, viendo que su belleza y atractivos estaban sujetos a la impermanencia, permaneció impasible.

Buda completamente iluminado

Al principio de la noche, Siddhartha entró en los cuatro dhyanas de la meditación, alcanzando un estado mental muy puro que era brillante, claro y de gran ecuanimidad. En la primera parte de la noche vio incontables vidas pasadas. En la segunda parte comprendió los infinitos detalles del karma. En la tercera realizó completamente las Cuatro Nobles Verdades y alcanzó la omnisciencia. Al alcanzar la iluminación, el Buda proclamó:

He encontrado un dharma semejante al néctar: paz profunda, simplicidad natural, luminosidad no compuesta.
Si lo enseño nadie lo entenderá; permaneceré aquí en el bosque, en silencio.

Al ser requerido a enseñar por Brahma, que le ofreció una rueda de oro con mil radios, y por Indra, que le ofreció una caracola blanca, el Buda aceptó y giró la Rueda del Dharma.

Tres giros de la Rueda del Dharma

El Buda dio tres grandes enseñanzas o «Giros de la Rueda del Dharma»:

El Primer Giro tuvo lugar en el Parque de los Ciervos en Saranath, cerca de Varanasi, donde el Buda enseñó las Cuatro Nobles Verdades a sus antiguos compañeros ascetas.

El Segundo Giro lo dio en el Pico del Buitre cerca de Rajagriha, donde enseñó sobre shunyata [Sánsc.] («vacuidad») y prajñaparamita [Sánsc.] («sabiduría transcendental»).

El Tercer Giro fue dado en Vaishali y otros lugares, donde el Buda enseñó sobre la Naturaleza de Buda.

Despliegue de milagros

Los líderes de las seis escuelas filosóficas principales de la India habían retado muchas veces al Buda a una contienda de poderes milagrosos.

Finalmente aceptó y, en Shravasti, el Rey Prasenajit construyó un pabellón especial para el acontecimiento, en el que se erigieron siete tronos.

El primer día de la primavera, los otros seis maestros tomaron sus asientos y Shakyamuni se dirigió al suyo, volando por el aire. De su cuerpo manó fuego y agua, convirtiendo el pabellón en un palacio transparente. Plantando su vara en el suelo hizo crecer un gran árbol, frondoso y cargado de flores y frutos maduros. Multiplicó su cuerpo hasta el infinito, llenando todo el espacio de Budas enseñando el Dharma.

De esta forma el Buda mostró un milagro diferente cada día durante quince días, derrotando completamente a sus oponentes e inspirando a muchos estudiantes a seguir el Dharma.

Descenso desde el paraíso

Después del gran debate en Shravasti, con el fin de evitar que le ofrecieran regalos y que le trataran como a un dios, el Buda desapareció y reapareció en el Paraíso de los Treinta y Tres, en la mismísima cima del Monte Sumeru (parte superior derecha del tanka).

El Buda, por agradecimiento, había hecho voto de corresponder a su madre por todo lo que ella había hecho por él y, como ella residía en este paraíso, enseñó a ella y a los demás dioses, para que ellos también pudieran liberarse del samsara.

Pasados tres meses, Maudgalyayana, uno de los principales discípulos del Buda, le pidió que volviera a la Tierra.

El Buda aceptó y, en el momento acordado, descendió sobre una triple escalera hecha de lapislázuli, oro y cristal, flanqueado por Indra y Brahma a uno y otro lado. Al pie de la escalera fue recibido por las multitudes reunidas.

Entrada en el Mahaparinirvana

A la edad de ochenta años, sentado entre árboles «shala» en Kushinagara, el Buda proclamó a sus discípulos: «Monjes, estoy a punto de entrar en el nirvana. No os atormentéis ni os entristezcáis por ello. Si tenéis alguna pregunta, hacédmela». Lo repitió tres veces, pero todos guardaron silencio. Entonces pronunció sus últimas palabras:

Todas las cosas condicionadas están sujetas al deterioro.

Lograd la perfección a través de la diligencia.

Tumbado sobre el lado derecho, el Buda Shakyamuni entró en meditación y pasó al Mahaparinirvana. La Tierra se estremeció, desde los cielos saltaron las estrellas, el firmamento en las diez direcciones estalló en llamas y el aire se llenó de música celestial. A los siete días su cuerpo fue incinerado (parte superior derecha del tangka) y sus reliquias se dividieron en ocho partes (parte superior izquierda del tangka) que se conservaron en ocho grandes estupas.